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imprimible (sin ilustraciones)
Prologo
En nuestro país se están
cultivando transgénicos u Organismos Genéticamente Modificados
(OGM) desde hace varios años. Los estamos consumiendo sin haber
tenido la oportunidad de informarnos sobre los riesgos de ello.
El objetivo de este material es
informar de los impactos sociales, económicos y ambientales que
traen aparejados los OGM, de esta manera el lector podrá encontrar
herramientas para elaborar su propia decisión y desarrollar su
sentido crítico frente a este tema.
RAP-AL (Red de acción en
plaguicidas para América Latina) Uruguay trabaja por una agricultura
libre de agrotóxicos y transgénicos. Busca contribuir
a mejorar la calidad de vida a través de la información
y la educación ambiental sobre los peligros de los agrotóxicos
y los transgénicos.
Creemos que la información
es la mejor herramienta para decidir que es lo que queremos y a partir
de ahí elaborar las estrategias de cambio hacia un modelo socialmente
equitativo y ambientalmente sustentable de producción agropecuaria.
Contenido
PARTE 1
De la Revolución
verde a los transgénicos
¿Qué son los transgénicos?
¿En qué difiere la manipulación genética
de otras técnicas de mejoramiento genético?
- La selección
- El cruzamiento o hibridación
- Los transgénicos
¿Qué son las patentes?
Los supuestos “beneficios” de los transgénicos
¿Por qué debemos preocuparnos?
PARTE 2
Transgénicos
en el Mundo.
Los transgénicos en Uruguay
PARTE 3
Diez razones
para decir NO a los transgénicos
¿Cómo enfrentar la invasión
de los transgénicos?
BIBLIOGRAFÍA
Edición a cargo de RAP-AL
Uruguay
Concepto: María Isabel Cárcamo
Dibujante: Joaquín Oliver
De la Revolución Verde a los transgénicos
América Latina es la región
con mayor biodiversidad agrícola del mundo, capaz de producir
alimentos y alimentar a toda su población y además exportar.
Esto ha sido el resultado de miles de años de comunidades indígenas
y campesinas capaces de desarrollar sistemas productivos únicos.
Estas comunidades tenían un papel vital en la sociedad: producir
alimentos.
Hace un poco más de 50 años,
los empresarios industriales se dieron cuenta de que la agricultura
podía producir otra cosa que alimentos; podía producir
riqueza.
Con el afán de acumular
riqueza, los industriales del agro y algunos científicos comenzaron
a desarrollar todo un paquete de agroquímicos (insecticidas,
plaguicidas, fungicidas y fertilizantes, etc.), con la finalidad de
que los cultivos crecieran más rápidamente y dieran cosechas
más abundantes, aunque sin tener en cuenta los enormes perjuicios
que eso iba a provocar en la salud humana, el ambiente y los modos de
producción tradicional.
A esta nueva agricultura, basada
en los productos químicos artificiales, la llamaron Revolución
Verde. Decían que iba a eliminar el hambre en el mundo.
Hoy sabemos que el uso de este paquete
de agroquímicos no eliminó el hambre en el mundo, pero
si empobreció a los agricultores, ya que se vieron obligados
a comprar las semillas, maquinarias e insumos, y solo resultó
en el enriquecimiento de las empresas que venden estos productos.
Algunos se enriquecieron a costa
de la salud de millones de agricultores y consumidores perjudicada al
producir y comer productos contaminados con venenos.
Algunos se enriquecieron a costa
de la fertilidad de la tierra, que se va agotando, erosionando, compactando
y contaminando.
Otros se enriquecieron a costa de
la riqueza cultural y biológica de nuestro campo, eliminando
cultivos ancestrales que alimentaban no sólo nuestro cuerpo sino
también nuestra identidad y nuestras tradiciones.
Pero el afán de lucro no
tiene límites. Ahora las mismas empresas y sus científicos
no dicen la verdad acerca de los organismos genéticamente manipulados.
Otra vez vienen a prometernos eliminar
el hambre en el mundo y hasta nos prometen disminuir el uso de agrotóxicos
en la agricultura.
Ahora nos quieren imponer otro de
sus inventos: las semillas y animales transgénicos.
La agricultura transgénica
es una extensión de la “Revolución Verde”,
que se basó en el uso de semillas híbridas (semillas mejoradas
y seleccionadas, pero no aptas para reproducirse por segunda vez, lo
cual obliga al productor a tener que comprarla cada año), acompañadas
de grandes cantidades y variedades de agroquímicos (fertilizantes,
insecticidas, fungicidas) y de riego. Con la “Revolución
Verde”, se dijo que era la tecnología que acabaría
con el hambre en el mundo. Sin embargo, no sólo no fue así,
sino que el hambre aumentó, el ambiente se degradó y desaparecieron
plantas nativas y tradicionales. Los agricultores se arruinaron o se
endeudaron y se creó una mayor dependencia de las empresas que
impulsaron este modelo. También aparecieron muertes y enfermedades
vinculadas al uso de agroquímicos a gran escala.
La introducción de las semillas
transgénicas agudiza los problemas de la revolución verde,
ya que las empresas que las producen las han patentado. Lo que las empresas
hacen en realidad es patentar pequeñas modificaciones de variedades
tradicionales, atentando contra la libertad del uso de semillas que
han sido conservadas y mejoradas a lo largo de miles de años
por los campesinos y campesinas. Los cultivos transgénicos exponen
nuestras variedades tradicionales a la contaminación genética.
Convierten a los agricultores en totalmente dependientes de las transnacionales,
tanto por la venta de las semillas como por la de los agrotóxicos
producidos por las mismas compañías, profundizando aún
más un modelo de monocultivos destinados a agroexportación
de materias primas, “commodities”.
Con la expansión de estos
cultivos transgénicos se está acabando con la salud, la
cultura y la belleza de nuestros pueblos y nuestra biodiversidad. Los
pueblos están perdiendo la libertad de producir y elegir lo se
quiere comer y enriqueciendo a empresas como Monsanto, Cargill y ADM,
entre otras.
En Uruguay se nos ha impuesto estos
cultivos sin tener la posibilidad de elegir. A casi ocho años
de la introducción de la soja Roundup Ready y a tres años
maíz MON 810 y el maíz Bt11, aún no se ha llevado
a acabo una evaluación de los impactos económicos, ambientales
y sobre la salud.
Las consecuencias que se han detectado:
incremento del uso de agrotóxicos con la contaminación
ambiental que esto trae aparejado, desplazamientos de cultivos, extranjerización
y latifundización de la tierra e implantación de alimentos
transgénicos, sin siquiera saber que los estamos comiendo, en
definitiva perdida de la soberanía alimentaria.
AL
INDICE
¿Qué
son los transgénicos?
Los transgénicos, también
llamados Organismos Genéticamente Manipulados (OGM) son plantas,
animales o microorganismos que no existen en la naturaleza, sino que
han sido creados artificialmente.
Hay de todo: maíz que produce
su propio insecticida, pollos que nacen sin plumas, tomates que se conservan
más tiempo una vez cosechados, peces que crecen más y
más rápidamente, peces fosforescentes, soya que resiste
a un herbicida total, bananos que producen vacunas, etc.
Todos estos seres vivos han sido
manipulados genéticamente. Eso significa que, artificialmente,
los científicos “cruzaron” especies que nunca se
pueden cruzar en la Naturaleza. Por ejemplo, “mezclaron”
un tomate y un pez, un cereal con un ratón, una bacteria con
un ser humano...
Para entender lo que es la manipulación
genética hay que explicar algunos conceptos un poco complicados.
Veamos:
Para entender lo que sigue hay que
saber lo que es una célula. Todos los seres vivos están
formados por células. Por una sola, como las bacterias, o por
miles de millones como los seres humanos.
La célula es la unidad funcional
más pequeña de los seres vivos. Cada célula contiene
toda la información necesaria para que el organismo funcione.
Para ilustrar esto vamos a tomar
un ejemplo con la célula más grande que existe: el huevo
de gallina.
Si tomamos un huevo de gallina que
ha sido fertilizado por un gallo, y lo ponemos a la temperatura adecuada
durante 21 días, de este huevo saldrá un pollito.
Este pollito al crecer se parecerá
a sus padres.
¿Cómo es posible que
este huevo (o sea una célula), pueda producir un pollo completo?
Esto es posible porque, dentro del
huevo (dentro de cada célula) hay algo que contiene toda la información
necesaria para que el huevo pueda “construir” un pollo.
Esta información contenida
en todas y cada una de las células es lo que se llama el genoma.
Podemos comparar al genoma con un
CD que tiene grabada toda la información sobre cómo debe
ser el pollo de nuestro ejemplo.
Cada célula de cada ser vivo
contiene el genoma característico de su especie (con variaciones
entre cada individuo) que contiene toda la información sobre
cómo debe ser este ser vivo, ya sea una rana, una flor, un microbio
o un ser humano.
Toda esta información está
“escrita” en un lenguaje especial; el código genético,
y está escrita en las moléculas de ADN que forman los
cromosomas.
El ADN es una molécula muy
larga, parecida a una escalera enrollada sobre sí misma. Esta
escalera microscópica está formada por miles de genes.
Cada gen es portador de una información
específica. Cada gen especifica la información necesaria
para producir una proteína. Las proteínas son las moléculas
de la que están “hechos” los seres vivos y las que
facilitan las reacciones químicas necesarias para que el organismo
viva y sea como es. Por ejemplo, en el ADN de cada célula del
pollo hay uno o varios genes que contienen la información para
que el pollo produzca más o menos plumas de tal o cual color,
otros genes para que el pollo tenga glóbulos rojos de determinada
forma y en determinada cantidad, etc.
Si tomamos el ejemplo de una luciérnaga,
el ADN de este insecto contiene genes con la información necesaria
para tener alas, otros con la información para producir luz,
otros con la información para tener dos antenitas, y así
sucesivamente.
Imaginemos esto: tomamos el gen
de la luciérnaga con la información de producir luz y
lo introducimos en el ADN del huevo de gallina, de éste saldría
un pollo fosforescente como una luciérnaga!
Esto es la manipulación genética,
o sea, la manipulación de los genes de una especie a otra.
El pollo fosforescente sería
un pollo transgénico, ya que se le han transferido genes de otro
ser vivo.
Que sepamos, todavía no hay
pollos fosforescentes, pero sí hay pollos transgénicos
que nacen sin plumas. Para crearlos, los científicos quitaron
el gen que contiene la información para hacer plumas a varios
huevos y los pollitos y pollitas que nacieron salieron sin plumas. Como
ya no tienen el gen “de las plumas”, sus descendientes tampoco
tendrán plumas.
En el caso del maíz transgénico
Bt, le pusieron al ADN del maíz un gen de un microorganismo del
suelo, el Bacillus thuringiensis, que produce una sustancia tóxica
para los gusanos. El maíz transgénico produce ahora esta
sustancia tóxica y cualquier gusano que dé un mordisco
a sus hojas se muere.
Como pueden ver, los científicos
de las empresas transnacionales están creando plantas, animales
y microorganismos que no existen en la Naturaleza.
El gran problema es que nadie puede
saber como interaccionarán esos nuevos organismos con los que
ya existen, ni tampoco la interacción de los organismos nuevos
entre si.
AL
INDICE
¿En qué
difiere la manipulación genética de otras técnicas
de incremento de la productividad?
Desde que los seres humanos empezaron a criar animales y cultivar plantas
han practicado la selección genética, aún sin saber
lo que eran los genes o el ADN. Todas las plantas cultivadas y los animales
domésticos provienen originalmente de plantas y animales silvestres.
Durante miles de años los campesinos y las campesinas han incrementado
poco a poco la productividad de las siembras y del ganado. De esa forma,
se crearon las variedades de cultivos y animales tradicionales que conocemos
hoy.
Las dos técnicas tradicionales
más comunes de reproducción, que se han implementado con
el objetivo de buscar características específicas para
satisfacer necesidades tanto en cultivos como en animales, son la selección
y la hibridación o cruzamientos.
1 - LA SELECCIÓN
La selección significa escoger
las semillas de las mejores plantas (las más productivas o las
que más gustan, por alguna razón) y las crías de
los mejores animales para reproducirlos. Las comunidades humanas evolucionaron
eligiendo determinados animales y plantas de acuerdo a sus necesidades
y las características del sitio donde habitaban. No había
plantas buenas o malas, ya que todas cumplían distintas funciones:
unas eran alimentos, otras se utilizaban como medicinas, otras como
combustible y otras como adorno. Por miles de años, el ser humano
fue capaz de vivir en equilibrio con la naturaleza y tanto sus animales
como sus plantas sirvieron para satisfacer todas sus necesidades. Guardaban
sus semillas libremente para la próxima cosecha, ya que era la
manera de poder asegurar sus alimentos.
2 - EL
CRUZAMIENTO O HIBRIDACIÓN
El cruzamiento significa cruzar
dos “razas” o variedades o especies de plantas o animales.
Por ejemplo, se puede cruzar un maíz de tallo muy alto con un
maíz de tallo corto y, las semillas obtenidas de este cruce darán
plantas con un tallo mediano llamadas “híbridas”.
El gran problema de usar semillas
“híbridas” es que no siempre se pueden volver a sembrar.
En efecto, las semillas híbridas pierden sus características
después de una o varias generaciones. Estas semillas producen
más pero, generalmente, necesitan bastantes insumos químicos
para lograrlo.
Con los “híbridos”,
el campesinado empieza a perder su autonomía, ya que año
tras año tiene que comprar las semillas. También empieza
a disminuir la diversidad, ya que existen pocas variedades de semillas
híbridas.
3 - LOS
TRANSGÉNICOS
Las técnicas de “mejoramiento”
utilizadas para crear transgénicos son totalmente diferentes
de las técnicas tradicionales de selección y cruzamiento.
En el caso de los transgénicos,
los científicos modifican la esencia misma de los seres vivos,
al manipular su genoma. Toman genes de una especie y los ponen en otra.
Verdaderamente, crean seres vivos
artificialmente, seres que nunca hubiese producido la evolución,
por lo que carecen completamente del entramado de relaciones con otros
seres vivos que son característicos de los organismos no transgénicos
y que aseguran la biodiversidad por medio del control biológico.
Estas técnicas requieren
laboratorios y tecnologías de alto costo, solamente accesibles
a grandes multinacionales. Que además obtienen patentes sobre
esas tecnologías y sus productos: las semillas transgénicas.
Aunque parezca absurdo es realidad; insertando un solo gen en un genoma
que contiene millones de ellos, las empresas pasan a ser dueñas
de la semilla completa.
AL
INDICE
¿Qué
son las patentes?
El sistema de las patentes se inventó
para proteger los inventos. Si alguien inventa algo, adquiere una patente
que le da la propiedad intelectual de su invento. Con esta propiedad
intelectual, nadie puede utilizar su invento sin pagar por ello.
En el caso de las semillas transgénicas,
esto significa que el agricultor que cultiva un transgénico,
no puede guardar semillas para la próxima siembra. Siempre tiene
que comprarlas de nuevo.
Lo más grave es que las grandes
compañías que controlan los transgénicos quieren
patentar también genes de plantas no transgénicas y prohibir
que los agricultores y campesinos las usen o multipliquen sin pagarles.
Estas patentes privan a los agricultores
de los derechos a utilizar, intercambiar y desarrollar libremente las
semillas, fundamentales para garantizar la biodiversidad agrícola
y la soberanía alimentaria.
Las semillas pasan a ser propiedad
privada de las empresas que las producen, en vez de ser un bien común
de la humanidad.
Lo que buscan las transnacionales vendedoras de semillas transgénicas
es el máximo lucro posible, asegurándose la dependencia
a sus productos de los agricultores y agricultoras del mundo.
AL
INDICE
Los supuestos “beneficios”
de los transgénicos.
Las Compañías transnacionales
que fabrican y venden los transgénicos hacen campañas
de propaganda millonarias, en las cuales presentan las “bondades”
de los productos genéticamente modificados.
Analicemos sus argumentos:
- Dicen las transnacionales
que las semillas transgénicas, al dar cosechas más grandes,
representan una solución al hambre en el Mundo.
El hambre en el mundo es un problema
real y dramático: según la Organización Mundial
de la Salud, una de cada 5 personas en el mundo padece hambre y casi
6 millones de niños menores de 5 años mueren cada año
a causa del hambre. Sin embargo, el hambre no se debe a una escasez
de alimentos. En efecto, la FAO (Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación) afirma que hay
actualmente suficientes alimentos en el mundo para alimentar a toda
la población mundial.
El problema del hambre se debe a
la pobreza y a la injusticia en la distribución. Para solucionar
el hambre hay que empezar por solucionar la pobreza y la injusticia.
Crear “supersemillas” más caras, que no se pueden
re-sembrar y que necesitan muchos más insumos y mucho más
caros (fertilizantes y agrotóxicos) no es la solución.
La solución está en
el mejoramiento de la situación económica y social en
el campo y en las ciudades. Para ello, hay que fomentar la producción,
distribución y ventas de productos locales. Estos productos se
adaptan mejor a las condiciones de cada región, garantizan la
biodiversidad y respetan la cultura y la autonomía de la gente.
- Dicen las transnacionales
que los cultivos transgénicos necesitan menos agrotóxicos
y aseguran un ambiente más sano.
Esto es muy difícil de creer,
cuando sabemos que las tres empresas más fuertes en ventas de
semillas transgénicas son las tres empresas más fuertes
en ventas de agrotóxicos: Du Pont, Monsanto y Novartis. En una
gran proporción, los cultivos transgénicos han sido modificados
para tolerar y resistir el uso de agrotóxicos. El más
conocido es el caso de la empresa Monsanto, que creó una soja
que resiste al Roundup, lo que le permite vender cada vez más
agrotóxicos.
Los cultivos transgénicos
necesitan más insumos artificiales que las variedades de cultivos
locales. Si queremos eliminar el uso de agrotóxicos en la agricultura,
debemos usar variedades locales adaptadas a las condiciones del clima
y los suelos de la zona.
Hay que fomentar la diversidad de
los cultivos y eliminar los monocultivos. Hay que mejorar la fertilidad
del suelo utilizando abonos orgánicos y permitir que se desarrollen
los mecanismos naturales de control biológico.
- Dicen las transnacionales
que los productos transgénicos son buenos para la salud y hasta
pueden ser medicinales.
Al crear plantas que tienen más
vitaminas o que contienen una vacuna contra la hepatitis, las transnacionales
de los transgénicos afirman que sus productos pueden mejorar
la salud en el mundo.
El problema de la salud va de la
mano con los problemas del hambre y de la pobreza.
Para mejorar la salud, entre otras
cosas, hay que mejorar la alimentación y las condiciones ambientales.
También hay que eliminar el uso de agrotóxicos y conservar
los ecosistemas naturales.
Todo esto lo garantiza la práctica
de la agricultura agroecológica basada en la producción
de alimentos de acuerdo al entorno, eligiendo los cultivos que mejor
se adapten al medio, tomando en cuenta el suelo, agua, árboles,
clima, animales y la cultura de cada grupo humano. En una palabra, una
agricultura en equilibrio con la naturaleza y a escala humana.
Vemos que los argumentos de las
compañías de transgénicos no son válidos.
Una vez más mienten con el objetivo de controlar el mercado mundial
de las semillas y enriquecerse. El hambre, las enfermedades y el deterioro
del medio ambiente pueden superarse únicamente si se combate
la pobreza con la participación de toda la comunidad en su conjunto
y no con patentes y monopolios.
AL
INDICE
¿Por qué
debemos preocuparnos?
Con las patentes, las empresas que
fabrican y venden transgénicos nos privan del derecho fundamental
de multiplicar, intercambiar y utilizar las semillas. Este modelo solo
conduce a exacerbar la dependencia de productores y consumidores a los
intereses económicos de las grandes compañías semilleras.
Los transgénicos fomentan
el monocultivo de unas muy pocas variedades de cultivos. Se pierde la
biodiversidad, la soberanía alimentaria. También aumenta
el riesgo de enfermedades devastadoras en los cultivos, lo que implica
un uso masivo de agrotóxicos.
Los transgénicos son productos
artificiales cuyas consecuencias en la salud se desconocen. Al no existir
estudios a largo plazo en la población expuesta, aún no
podemos saber a ciencia cierta que daños pueden producir. Sin
embargo, al ingerir organismos genéticamente manipulados existe
la posibilidad de que éstos produzcan trastornos en nuestra salud.
Los riesgos más conocidos son las alergias y la pérdida
de resistencia a los antibióticos, siendo los niños y
las personas mayores los más afectados.
A nivel de laboratorio existen
pruebas de que algunos transgénicos son dañinos para la
salud. Arpad Pusztai, el científico que asombró por primera
vez al mundo con la investigación que señalaba que los
cultivos transgénicos pueden causar daños a la salud humana,
encontró que las ratas alimentadas con papas OGM sufrían
un debilitamiento en su sistema inmunológico así como
desarreglos en el desarrollo de los órganos internos.
En Estados Unidos, se les da una
hormona transgénica a las vacas lecheras para que produzcan más
leche. En 1996, la Universidad de Chicago hizo una investigación
y llegó a la conclusión de que las personas que toman
la leche de estas vacas tienen más riesgos de tener cáncer
de mama, de próstata y de colon.
Hay muchos otros casos de daños
creados por el consumo de productos transgénicos; sin embargo,
cada día, la cantidad de productos transgénicos aumenta
en los supermercados. Los compramos, los consumimos, sin siquiera saber
que son transgénicos.
La Asociación Médica
Británica, el Consejo Nacional de Investigaciones de los Estados
Unidos y otras prestigiosas instituciones aconsejan prohibir el uso
de transgénicos y sus productos y recomiendan se investigue sus
impactos sobre la salud y el ambiente a largo plazo.
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